El ciclo fisiológico de la vid

Floración y cuajado

El ciclo fisiológico de la vid

A diferencia de los cultivos anuales, la vid es una planta perenne; un organismo complejo que debe ser escuchado y entendido por las personas que lo trabajan. En efecto, las vides deben acumular reservas para crecer y desarrollar su aparato vegetativo, para prepararse para el invierno y también para reproducirse gracias a la formación de eso que nos interesa: la uva. En este contexto tienen lugar las dos fases clave de la reproducción de la vid: la floración y el cuajado.

Es junio en Francia y el viticultor está en alerta. Las temperaturas y el sol van en aumento, queda poco para la floración. El número de racimos ya se determinó el año anterior a través de las yemas. Esto se conoce como inducción floral y depende de varios parámetros como la variedad de uva, la posición de la yema, el vigor de los tallos y las condiciones climáticas. Desde el momento del desborre, en abril, las inflorescencias siguen creciendo hasta la expulsión de los capítulos.

Entonces comienza la polinización. La fecundación de los óvulos producirá pepitas, alrededor de las cuales se desarrollarán las bayas, nuestras futuras uvas. Es el momento en el que comienza el cuajado del fruto, cuando la flor se torna en fruto, comenzando por el agrandamiento del ovario y el secado de los estambres.

Este periodo de reproducción de la vid es crucial para los viticultores, ya que determinará en gran medida el rendimiento del año. En efecto, si bien el número de racimos viene determinado por la inducción floral, el número de bayas quizás se vea afectado por fenómenos como el corrimiento o el millerandage. Estos se producen cuando las condiciones climáticas no son las óptimas: el millerandage durante la floración y el corrimiento durante el cuajado.  El millerandage es la formación accidental de bayas sin semillas como resultado de una anomalía en la fecundación. Estas bayas no crecerán, pero madurarán normalmente. El corrimiento corresponde a un descenso repentino del número de bayas jóvenes, lo que conlleva un menor rendimiento para el viticultor.

Hoy en día, las heladas tardías que se producen cada vez con más frecuencia en abril obligan a los viticultores a estar cada vez más atentos durante esta fase crucial del desarrollo de la vid.

Por Pauline Milon - Enóloga